No mencionaré nada sobre el agua amarilla, la naranja del balcón o la misteriosa desaparición del espejo del baño donde me vio cortar las barbas la limpiadora.
Hoy toca hablar del Cola-cao, me pregunto si lo comprarán en cantidades industriales, exportado desde el “Afrika* Tropical”, metido en enormes sacos q luego usan para ir rellenando los míticos botes amarillos de plástico.
Y me preguntaba todo esto mientras desayunaba, en el momento q vi como la leche se tragaba “tantaneamente” una cucharada tras otra de “cola-cao Original”, miré de nuevo el envoltorio pero no me engañaría, yo, un niño “Generación de hierro” q llevaba 20 años drogándome con aquellos polvos, sabía perfectamente q aquellos gramos tan bien pulidos eran “Turbo” por mucho q se empeñaran Fosfik, Kaltz y toda esa panda de engendros en indicar lo contrario.
-“Nesquick”- me dijo el “enamorado”, (Alejo Sanz, pienso para mi) –“Se derrite solo”- Asentí con la cabeza aunque dudo mucho q tan siquiera lo hubiera saboreado; mientras me quitaba las legañas debió engullirlo todo como un canalón, ¡qué jodido el tío!, de milagro había dejado el vaso. Pero hay q entenderlo, está enamorado y se puede permitir esos lujos, esos y los de poner a las 00:30 la misma puñetera canción q suena a todas horas más puntual q el reloj de la Catedral (Con cuartos y todo, oye, q siempre suena primero Estopa y Melendi).
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